jueves, 24 de noviembre de 2011

Te doy UN POEMA

* MENESTER

Tu voz,
y su repercusión en el martillo
de a clavar sus olas y el devenir de sus metáforas
y de a besar el refranero, las anécdotas...
Dichos y dichas a aparear
amantes, y en esta médula, resuenan y suenan
aliento y melodía, calor al vivo
acaparando manías, versos y formas de pensar.
Gritar, cantar, decir...
¡valga una bella muerte abrupta en estos ecos!

Tu mirada,
echando mundo, materia y carne
que sobre el individuo ha de proponer verdad
y regando maravilla, peligrosa
otra vez, sólida, sincera y filosófica...
Ella completa, abraza, agrede, ¡mata!
pero heme ahí donde se declara el fondo de las cosas
recogiendo realidades, consumiendo de los hombres.
¡Si cayera muerta! moriré, lo justo.
Si cae viva, directa, en ella moriré también.
Si existe en estos periodos banales...
¡pobres de los falsos focos en su estética!
pero heme ahí, ordinario y doble...

Tu tacto,
el fuego de la acción que embiste y hierve
posición y choque, nada más...
¡que será del nudo con núcleo en estos seres!
Y que suceda, pegarse al universo
con las manos en la quimera y en tu pasar...
Cariño, toqueteo y beso de parásito.

Tu aroma,
y es que la vida pasa veloz
por tal pulmón, y está exhalada,
pero ya perfecta, entera, rotunda
para consumir tu estancia, efímera y empírica...
Vértigos hay de esencias, cañón
y suspirar muriendo en el terreno y paraíso.
Gracia del humor valiente
y en las fosas extasiadas del destino, nutrición
un orgasmo al cerebelo...

marvelat - 21 de julio de 2008

Del poemario "El renacer de Tenorio"

jueves, 11 de agosto de 2011

CABALLO LOCO

Un par de semanas antes de Fiestas Patrias, descubrí entre mis archivos unos versos escritos en el transcurso de casi cinco años. Los había comenzado a principios del 2007 y los continué a intervalos -a veces prolongados- hasta principios de este año (2011). Eran unas letras destinadas a llevar música, la misma que, de a pocos, así como con el texto, no me apresuraba en avanzar.

La canción delineaba, con una ironía peculiar propia de mi punto de vista, la figura de un personaje existente: Alan Damián García Pérez, al que no voy a calificar aquí porque, francamente, me parece un tipo incalificable, que ha hecho hasta hace poco (de hecho hasta hoy) cosas incalificables, y porque considero que una obra, sea cual fuere su género -siempre en el terreno artístico- lo debe decir todo, porque en ello consiste precisamente el arte: el ser una forma, una manera y, por ende, un medio para expresar una idea, mensaje o fondo.

Por un lado la necesidad de verdaderamente querer decir lo que había escrito, y por el otro la pena de no haberlo terminado antes (García se iba el 28) para difundirlo, decidí terminarlo de una vez. El producto no fue una maravilla y, como tantos otros escritos míos, creo que pasará al cajón de los "intentos fallidos". Sin embargo, teniendo a la mano este espacio, me puedo aventurar a ver qué consideraciones, palmas y palos pueda recibir de quien lo lea. La música tuvo un mejor resultado, pero en esta ocasión sólo recurro al texto:


CABALLO  LOCO

Yo tengo un caballo loco que no me deja vivir,
astuto, terco, voraz y -si lo tengo que decir-
tan cínico y vanidoso como no hay otro más ruin,
cargado de mil caprichos y, de trampas, un sinfín.
Y así su hermoso relincho me quisiera hacer oír
sabría yo que, en el fondo, lo que quiere es maldecir.

Caballo loco relincha
si es que no soy de su agrado.
¡Mejor será que me cuide
porque ya me ha relinchado!

Me tiene desesperado no poder con el corcel
ya que he perdido las riendas y ahora quien gobierna es él.
Traté de darlo en obsequio, pero en vano es el afán
si es que esta fiera bravía no respeta ni el refrán
de: "a potro que es regalado, el diente no se debe ver"
pues sé que, en cualquier momento, el percherón ha de morder.

Lo bravo se ve en sus ojos
y hasta en sus cabellos brunos.
¡Hermano, cuídate mucho,
porque ya ha mordido a algunos!

Pensé vender al caballo al precio de cualquier postor,
mas todos saben sin duda que este pérfido traidor,
si bien conquista a su dueño y se somete ante su voz,
termina siempre, a la larga, arremetiéndole la coz.
Por eso a todos alerto de tomar su precaución,
ya que, a cualquiera, la bestia puede dar un patadón.

Salvaje como ninguno
él patea de repente.
¡Cuidado, familia, porque
ya ha pateado a mucha gente!

Ya nadie puede parar el frenesí del animal;
se burla, engaña, patea, muerde y, tanto, que al final,
pensé en buscarle una yegua que mitigue su furor,
pero este macho es reacio hasta en el juego del amor.
Hoy sé que, si no lo encierro, lo habré de sacrificar
pues sé que, si se me escapa, es muy capaz de asesinar.

No tiene lágrima alguna,
corazón, ni sentimientos.
¡Cuidado, pueblo, cuidado
porque ya ha matado cientos!

 marvelat, 10 de julio de 2011 - del cuaderno "Pura lírica, lírica pura", pág.19]



lunes, 25 de julio de 2011

LO ESPECTACULAR DEL ESPECTÁCULO

Existe una infinidad de motivos por los que una pieza de teatro puede gustar o no al espectador. Todo recae en los gustos, intereses, ideas y demás motores que el individuo posea al momento de asistir a una función. Si partimos de esta premisa, estamos seguros de que nadie ve y aprecia un espectáculo desde la misma perspectiva de otro, de que un cerebro no piensa de la misma forma que otro y de que, en materia de gustos, los seres humanos en su totalidad no siempre estaremos de acuerdo sobre un mismo punto en partiular.

Posiblemente sea muy poca la gente -dentro del bruto del público, ése que da trabajo a los teatristas- que se pregunte seriamente "por qué me gustó -o no- esta obra", "qué espero ver esta noche", "cada vez que asisto al teatro, qué espero llevarme, y qué suelo llevarme, en la cabeza o en el espíritu, de cada una de las obras que veo", y/o, menos aún, "cuánto influye una obra de teatro en mí", "para qué la veo", "qué importancia tiene el día de hoy, en esta coyuntura, ir al teatro".

Me doy el trabajo de hacer esta introducción para poder hablar con más soltura de "En la jungla de las ciudades", obra del mundialmente reconocido dramaturgo alemán Bertolt Brecht y cuya temporada va hasta este 14 de agosto (2011) en el ICPNA de Miraflores (Lima-Perú). Presentada por el Teatro de la Universidad Católica -que este año celebra sus bodas de oro-, la puesta marcha bajo la batuta de la directora Gisela Cárdenas y cuenta con un muy destacado elenco: Gonzalo Molina, Lucho Ramírez, Elsa Olivero, Haydée Cáceres, Carlos Tuccio, Érika Villalobos, Álberick García, Christian Ysla, Silvio de Ferrari, Marco Otoya, Sebastián Rubio, entre otros.

La obra -toda la producción escrita en general- de Bertolt Brecht, ha sido siempre blanco de polémicas entre los hacedores del arte dramático sobre la manera de cómo debe ser montada, actuada, y estructurada en un determinado montaje. Brecht, conocido entre muchas cosas por el esquema anti-aristotélico, teatralmente hablando, que proponía en su dramaturgia, la misma que desarrolló el denominado 'teatro épico', básicamente habló de (y criticó a) los grandes problemas que aquejaron al mundo y a la humanidad de esa época -muchos de los cuales, hoy, tristemente trascienden- cargados con una relativamente sutil tendencia marxista, y un avasallador estilo propio que intentaba en el público, antes de una finalidad catárquica, una severa reflexión sobre los temas puestos en el escenario.

El montaje del TUC de "En la jungla...", es una propuesta singular, que reafirma lo dicho líneas arriba: Brecht sigue siendo punto de controversia. La puesta, siempre desde una visión personal, explota la mayor cantidad de artificios más propios de una performance, y rompe a su vez con los cánones y parámetros del teatro clásico occidental, que a veces resultan estúpidamente ortodoxos. Deviene un espectáculo, en el mejor sentido de la palabra: escenario de tres pisos, ecran, humo, un escenario que de un momento a otro se convierte literalmente en un ring de box, una permanente plástica psicodélica y personajes un tanto abstractos y exageradamente histriónicos, como suprimidos de las más conocidas series de la Marvel o de una novela policiaca.

Sin embargo, la razón de ser de estos párrafos se resume en un punto en cuestión: y es qué tanto de Brecht ha quedado con la puesta y qué tanto de él somos capaces de retener con el montaje que se nos entrega en esta ocasión. Pues, la puesta en escena del TUC ha añadido metáforas, imágenes, y paisajes filosóficos al texto de un joven Brecht que de por sí ya trae dichas imágenes y aluciones para la reflexión del espectador. Se ha añadido más Brecht a Brecht; lo que crea un laberinto de conceptos y figuras, dificultando el mayor entendimiento hacia el autor.

Esto nos conlleva a preguntar cuánto puede opacar la forma al fondo, hasta el grado de desvirtuarlo o hacer pueril su relevancia, y hasta qué punto el espectáculo requiere de lo 'espectacular'. Y a su vez, nos conlleva a ser concientes de lo que personalmente nos puede agradar o lo que queremos y esperamos en un determinado texto, y en una determinada puesta del mismo, sea como público o como teatrista.

Una vez más, la eterna rivalidad, complicidad y confraternidad entre el fondo y la forma.

jueves, 16 de junio de 2011

EL TEATRO LARCO ESTÁ DE VUELTA

Hace poco más de quince años fui a ver -es decir, me llevaron-, al Teatro Larco de Miraflores, "El dedo en el ojo", un espectáculo que reunía tres farsas del 'vaudeville' francés: "Penas del alma" de Eugène Labiche, "El crimen de la calle Lourcine" de Georges Courteline y "Purgando a Totó" de Georges Fydeau, bajo la dirección de Alberto Isola y producida por Umbral. Fui dos veces, y después de un primer fallido intento, una ocasión en que la función tuvo que supenderse porque el actor Mario Velásquez se había accidentado con el maquillaje (le cayó la laca del cabello en la vista?) y se había indispuesto por esa noche.

A ciencia cierta, ya no recuerdo de qué trataba cada una de las piezas que componían la obra, pero no olvido que fue una de las mejores experiencias que he tenido en todo mi repertorio teatral como espectador. El elenco era, y estoy seguro que seguiría siendo, uno de los mejores: Aristóteles Picho, Mario Velásquez, Norma Martínez, Giovanni Ciccia, Montserrat Brugué, Salvador del Solar y Magaly Bolívar.

Yo tenía cinco años y de aquella vez sólo me quedan flashes: un público que no paraba de reír, yo incluido, musicales, bacinicas que al caer al suelo no se rompían, otras que sí, gente purgándose, y más; pero, sobretodo, me queda aún esa satisfacción de haberla visto, ver posteriormente a los actores desenvolverse en otros escenarios, al propio Isola dirigir entrañables montajes como "La gran magia", "Pinocho", "Ña Catita", etc... y el Teatro Larco.

"El dedo en el ojo" es sólo una de la variedad de obras que Alberto Isola dirigió cuando tenía a su cargo la administración del espacio. No conozco muy bien la historia del Teatro Larco, pero aquella fue una de las últimas puestas que Isola ejecutó en ese lugar y, a partir de esos años, el sitio quedó en el anonimato.

Quizás hubo buenas intenciones para "revivirlo" de parte de algunas personas y grupos independientes, pero no pasó lo que yo, y de hecho mucha gente, hubiera esperado para con ese 'emblema cultural' que representaba el Larco, lo que me comenzaba a dar indicios de que, así como es la vida de uno mismo, el Teatro Larco había ya tenido su etapa de auge y esplendor o, en otros términos, de juventud, y que era éste más bien el tiempo de apertura de nuevos espacios y que no debía (yo) esperanzarme en que algún día el sitio renaciera cual ave fénix.

El año pasado escuché que lo iban a vender, lo me produjo una singular pena; más aún si su destino pudiese haber sido el mismo que el del Teatro Montecarlo -rematado con 60 años de historia-, o el de muchos increíbles auditorios que ahora no son más que iglesias; sí, esas que "te sacan el demonio" para que "pares de sufrir".

Sin embargo, hoy, el Larco, ahora sobre los brazos de Plan 9, está nuevamente, y para delicia del público, dando frutos. La semana pasada estrenaron "Demasiado poco tiempo", obra de David Ives, bajo la dirección de David Carrillo. Al parecer, vienen con fuerza, lo que demostraría que en el ámbito de la cultura hay gente que sí apuesta por lo nuevo y, aludiendo al Teatro Larco, por lo viejo (aunque lo hayan renovado).

Después de casi tres años de actividad teatral en el Teatro MVLl de la Biblioteca Nacional, en donde pude ver la mayoría de sus montajes, y a razón de discrepancias con la Biblioteca que no me compete a mí aclarar, Carrillo y Ciccia (Plan 9) se han 'mudado' a la que, presumo, fue una de sus primeras 'casas'. Esperemos que les vaya bien, para gusto de ellos y para el de quien quiera inyectarse una dosis de diversión y cultura.

Ahora veo con mayor optimismo, y por qué no entusiasmo, el manejo de la casa Larco y las obras que se avecinan. Y veo al teatro, como a una moneda, por sus dos caras: el tiempo que se ha ido, y el que ha de venir.