jueves, 16 de junio de 2011

EL TEATRO LARCO ESTÁ DE VUELTA

Hace poco más de quince años fui a ver -es decir, me llevaron-, al Teatro Larco de Miraflores, "El dedo en el ojo", un espectáculo que reunía tres farsas del 'vaudeville' francés: "Penas del alma" de Eugène Labiche, "El crimen de la calle Lourcine" de Georges Courteline y "Purgando a Totó" de Georges Fydeau, bajo la dirección de Alberto Isola y producida por Umbral. Fui dos veces, y después de un primer fallido intento, una ocasión en que la función tuvo que supenderse porque el actor Mario Velásquez se había accidentado con el maquillaje (le cayó la laca del cabello en la vista?) y se había indispuesto por esa noche.

A ciencia cierta, ya no recuerdo de qué trataba cada una de las piezas que componían la obra, pero no olvido que fue una de las mejores experiencias que he tenido en todo mi repertorio teatral como espectador. El elenco era, y estoy seguro que seguiría siendo, uno de los mejores: Aristóteles Picho, Mario Velásquez, Norma Martínez, Giovanni Ciccia, Montserrat Brugué, Salvador del Solar y Magaly Bolívar.

Yo tenía cinco años y de aquella vez sólo me quedan flashes: un público que no paraba de reír, yo incluido, musicales, bacinicas que al caer al suelo no se rompían, otras que sí, gente purgándose, y más; pero, sobretodo, me queda aún esa satisfacción de haberla visto, ver posteriormente a los actores desenvolverse en otros escenarios, al propio Isola dirigir entrañables montajes como "La gran magia", "Pinocho", "Ña Catita", etc... y el Teatro Larco.

"El dedo en el ojo" es sólo una de la variedad de obras que Alberto Isola dirigió cuando tenía a su cargo la administración del espacio. No conozco muy bien la historia del Teatro Larco, pero aquella fue una de las últimas puestas que Isola ejecutó en ese lugar y, a partir de esos años, el sitio quedó en el anonimato.

Quizás hubo buenas intenciones para "revivirlo" de parte de algunas personas y grupos independientes, pero no pasó lo que yo, y de hecho mucha gente, hubiera esperado para con ese 'emblema cultural' que representaba el Larco, lo que me comenzaba a dar indicios de que, así como es la vida de uno mismo, el Teatro Larco había ya tenido su etapa de auge y esplendor o, en otros términos, de juventud, y que era éste más bien el tiempo de apertura de nuevos espacios y que no debía (yo) esperanzarme en que algún día el sitio renaciera cual ave fénix.

El año pasado escuché que lo iban a vender, lo me produjo una singular pena; más aún si su destino pudiese haber sido el mismo que el del Teatro Montecarlo -rematado con 60 años de historia-, o el de muchos increíbles auditorios que ahora no son más que iglesias; sí, esas que "te sacan el demonio" para que "pares de sufrir".

Sin embargo, hoy, el Larco, ahora sobre los brazos de Plan 9, está nuevamente, y para delicia del público, dando frutos. La semana pasada estrenaron "Demasiado poco tiempo", obra de David Ives, bajo la dirección de David Carrillo. Al parecer, vienen con fuerza, lo que demostraría que en el ámbito de la cultura hay gente que sí apuesta por lo nuevo y, aludiendo al Teatro Larco, por lo viejo (aunque lo hayan renovado).

Después de casi tres años de actividad teatral en el Teatro MVLl de la Biblioteca Nacional, en donde pude ver la mayoría de sus montajes, y a razón de discrepancias con la Biblioteca que no me compete a mí aclarar, Carrillo y Ciccia (Plan 9) se han 'mudado' a la que, presumo, fue una de sus primeras 'casas'. Esperemos que les vaya bien, para gusto de ellos y para el de quien quiera inyectarse una dosis de diversión y cultura.

Ahora veo con mayor optimismo, y por qué no entusiasmo, el manejo de la casa Larco y las obras que se avecinan. Y veo al teatro, como a una moneda, por sus dos caras: el tiempo que se ha ido, y el que ha de venir.