jueves, 9 de mayo de 2013

UNA ENTRADA A UN ESTILO MEDIO POST-RISUEÑA

Parádojica tercera parte.

Tanto que pareciera haber sido escrita ahora y no allá por el 2009, en fin... Tal vez haya cosas que todos callamos, efectivamente por esa razones: orgullo, neurosis, espectativa... pero también miedo, subestimación, respeto -llámalo cojudo si quieres- a "grandes secretos", incredulidad, ideales utópicos... todas razones solidificadas por experiencias, costumbres, pensamientos -ahora yo digo cojudos (si quiero)- y algunos contaditos etcéteras.

Se me ocurre un -pretencioso, lo sé- exacerbado cariño, respeto y admiración a la palabra, a esa tan delicada como brutal herramienta que la gente prostituye con el uso indiscriminado o no mide qué consecuencias puede ocasionar su pervertida utilización... yo también he cometido, sin querer -conchadesumadre!- esas barbaridades, lo confieso y me arrepiento. El escoger bien cada palabra, cuando se habla, cuando se escribe un poema, una canción, una obra, cuando se hace una traducción, cuando se dirige una obra y se le recalca al actor "El dramaturgo ha colocado esa palabra -¡y no otra parecida!- para causar el efecto deseado.", ha marcado -creo- mi juventud, con errores y tropiezos.

Así es muy fácil indignarse cuando se percibe un doble discurso en el prójimo (me encanta esa palabra, "prójimo"), a veces tanto que termina por asumir actitudes y convicciones en un principio irrenunciables... así me hice a la vida política a mis tempranos 17 años -aunque en casa y con mi familia siempre se respiró indignación y militancia, en todas sus formas-. Hoy estoy alejado un poco de la política activa, no por convicción, quizás porque otra pasión tanto o más poderosa y romántica como la política me acaparó: el teatro -aunque en casa y con mi familia se respiró también éste, en todas sus formas-, arte en el que encontré otra manera de reivindicar ese amor a la palabra, de hacer de él otra plataforma para expresar esa misma indignación por el mundo que me llevó a cantar con lágrimas en los ojos la Internacional comunista. "Revisionista" me dirían algunos, si hubiera yo escalado en los altos rangos de las pirámides izquierdistas, por dejar la acción y correr hacia los brazos del escenario. Felizmente sólo fui un humilde servidor de arengas en el Centro de Lima.

¿En qué estaba...?

Mi primera certeza y sosiego es que sé que nunca mentí cuando dije lo que me daba terror decir, esas palabras de afecto tan trilladas que las parejitas des bancs publics se dicen y que a veces no son ciertas, por eso mi temor. Pero en mi caso eran (no eran, son... eran y son) ciertas. Y así razoné, pensé que eso era bastante, decirlo, sólo decirlo y sentir que el mundo se detenía ("La vida es eterna en cinco minutos", dice una canción). Yo no pude (¿no puedo?) saber que mi silencio -por miedo, creo-, mi silencio de palabra y mi silencio de actos, era nefasto si en correspondencia existía a mi costado otro silencio tan paralelo (por orgullo, tal vez) que no me hacía notar que se avecinaba un daño... ¿se pudo evitar esa desazón? Yo creo que sí y, ésa, chiquita, es mi segunda certeza.


No era sólo yo, éramos tú y yo, dos silencios pugnando como imanes, yo por el lado negativo y tú por el positivo, tanto así que los sucesos y el movimiento dialéctico del tiempo y destino nos ha alborotado y, tanto que ahora, yo estoy en positivo y tú en negativo... Haz sumado hoy todo el silencio de tanto tiempo y lo has roto. Yo acabo de hacer lo propio con el mío.

Ahora que entre mis tejemanejes circula la posibilidad de que el movimiento dialéctico del tiempo y destino nos alborote nuevamente a nosotros, magnéticos seres, para que nos reencontremos y, esta vez, ambos dando el lado positivo, quiero que sepas que mi tercera certeza es que lo que mantengo en mí es verdad, que me duele tu alejamiento, que me alegra tu acercamiento, que quiero develar tu corazón -otra vez-, que estoy venciendo mis miedos (miedo no es debilidad, ojo, no me considero débil), que mi humor y predisposición en mis días dependen ahora de tus actitudes, que eres lo primero en lo que pienso al levantar los párpados trasnochados, que me muerdo la mano para no pegarte una llamada desesperada para decirte que me duele que no estés más a mi lado, que me atormenta la distancia entre nos, que los sms son muestras de que quiero compartir mis estados de ánimo contigo -¿te importarán? ¿te gustarán?-, que no quiero hostigarte pero al mismo tiempo sí, que no sé definir esto... el amor es indefinible, así que creo que esta avalancha que revienta en mí se parece mucho a eso.

La cuarta certeza no la sé certeramente, pero, a ciencia cierta, sé que es una certeza. Y tiene que ver con todo, con tu mirada de tigre, con mi habitación, con Afrodita y los vituperios, con el calor, con Cura de sueño, con el café, con el Cuzco, con tus gatos, con Cerro Azul, con mi perro, con tu perra, con tu poesía, con el reproductor de DVD, con Cintya, con el chifa, con Tablas, con Cuca, con el teatro, con Herbert, con el Rey León, con mi guitarra, con el Saleciano, con la mochila que te regalé, con La Plaza, con Tania, con San Marcos, con la performance, con los sms, con Lalo, con la bruja, con Franco, con el Facebook, con la avenida Arica, con el Marqués Von Ataztiche, con la AAA, con los cinco meses, con Triana, con la rockola, con Beba, con Pedro, con los libros que aún tenemos del otro, con mis sábanas, con El Mirador, con la marquesa Turia de Nevar, con Franccesca, con Barranco, con las ballerinas, con Álvaro, con las tacitas de San Valentín, con La Chola, contigo, conmigo...

Yo también he muerto ya varias veces... y heme aquí, más no sé.






Buona notte, amore,
ti vedrò nei miei sogni...
Buona notte a te che sei lontana.