lunes, 25 de julio de 2011

LO ESPECTACULAR DEL ESPECTÁCULO

Existe una infinidad de motivos por los que una pieza de teatro puede gustar o no al espectador. Todo recae en los gustos, intereses, ideas y demás motores que el individuo posea al momento de asistir a una función. Si partimos de esta premisa, estamos seguros de que nadie ve y aprecia un espectáculo desde la misma perspectiva de otro, de que un cerebro no piensa de la misma forma que otro y de que, en materia de gustos, los seres humanos en su totalidad no siempre estaremos de acuerdo sobre un mismo punto en partiular.

Posiblemente sea muy poca la gente -dentro del bruto del público, ése que da trabajo a los teatristas- que se pregunte seriamente "por qué me gustó -o no- esta obra", "qué espero ver esta noche", "cada vez que asisto al teatro, qué espero llevarme, y qué suelo llevarme, en la cabeza o en el espíritu, de cada una de las obras que veo", y/o, menos aún, "cuánto influye una obra de teatro en mí", "para qué la veo", "qué importancia tiene el día de hoy, en esta coyuntura, ir al teatro".

Me doy el trabajo de hacer esta introducción para poder hablar con más soltura de "En la jungla de las ciudades", obra del mundialmente reconocido dramaturgo alemán Bertolt Brecht y cuya temporada va hasta este 14 de agosto (2011) en el ICPNA de Miraflores (Lima-Perú). Presentada por el Teatro de la Universidad Católica -que este año celebra sus bodas de oro-, la puesta marcha bajo la batuta de la directora Gisela Cárdenas y cuenta con un muy destacado elenco: Gonzalo Molina, Lucho Ramírez, Elsa Olivero, Haydée Cáceres, Carlos Tuccio, Érika Villalobos, Álberick García, Christian Ysla, Silvio de Ferrari, Marco Otoya, Sebastián Rubio, entre otros.

La obra -toda la producción escrita en general- de Bertolt Brecht, ha sido siempre blanco de polémicas entre los hacedores del arte dramático sobre la manera de cómo debe ser montada, actuada, y estructurada en un determinado montaje. Brecht, conocido entre muchas cosas por el esquema anti-aristotélico, teatralmente hablando, que proponía en su dramaturgia, la misma que desarrolló el denominado 'teatro épico', básicamente habló de (y criticó a) los grandes problemas que aquejaron al mundo y a la humanidad de esa época -muchos de los cuales, hoy, tristemente trascienden- cargados con una relativamente sutil tendencia marxista, y un avasallador estilo propio que intentaba en el público, antes de una finalidad catárquica, una severa reflexión sobre los temas puestos en el escenario.

El montaje del TUC de "En la jungla...", es una propuesta singular, que reafirma lo dicho líneas arriba: Brecht sigue siendo punto de controversia. La puesta, siempre desde una visión personal, explota la mayor cantidad de artificios más propios de una performance, y rompe a su vez con los cánones y parámetros del teatro clásico occidental, que a veces resultan estúpidamente ortodoxos. Deviene un espectáculo, en el mejor sentido de la palabra: escenario de tres pisos, ecran, humo, un escenario que de un momento a otro se convierte literalmente en un ring de box, una permanente plástica psicodélica y personajes un tanto abstractos y exageradamente histriónicos, como suprimidos de las más conocidas series de la Marvel o de una novela policiaca.

Sin embargo, la razón de ser de estos párrafos se resume en un punto en cuestión: y es qué tanto de Brecht ha quedado con la puesta y qué tanto de él somos capaces de retener con el montaje que se nos entrega en esta ocasión. Pues, la puesta en escena del TUC ha añadido metáforas, imágenes, y paisajes filosóficos al texto de un joven Brecht que de por sí ya trae dichas imágenes y aluciones para la reflexión del espectador. Se ha añadido más Brecht a Brecht; lo que crea un laberinto de conceptos y figuras, dificultando el mayor entendimiento hacia el autor.

Esto nos conlleva a preguntar cuánto puede opacar la forma al fondo, hasta el grado de desvirtuarlo o hacer pueril su relevancia, y hasta qué punto el espectáculo requiere de lo 'espectacular'. Y a su vez, nos conlleva a ser concientes de lo que personalmente nos puede agradar o lo que queremos y esperamos en un determinado texto, y en una determinada puesta del mismo, sea como público o como teatrista.

Una vez más, la eterna rivalidad, complicidad y confraternidad entre el fondo y la forma.