jueves, 11 de agosto de 2011

CABALLO LOCO

Un par de semanas antes de Fiestas Patrias, descubrí entre mis archivos unos versos escritos en el transcurso de casi cinco años. Los había comenzado a principios del 2007 y los continué a intervalos -a veces prolongados- hasta principios de este año (2011). Eran unas letras destinadas a llevar música, la misma que, de a pocos, así como con el texto, no me apresuraba en avanzar.

La canción delineaba, con una ironía peculiar propia de mi punto de vista, la figura de un personaje existente: Alan Damián García Pérez, al que no voy a calificar aquí porque, francamente, me parece un tipo incalificable, que ha hecho hasta hace poco (de hecho hasta hoy) cosas incalificables, y porque considero que una obra, sea cual fuere su género -siempre en el terreno artístico- lo debe decir todo, porque en ello consiste precisamente el arte: el ser una forma, una manera y, por ende, un medio para expresar una idea, mensaje o fondo.

Por un lado la necesidad de verdaderamente querer decir lo que había escrito, y por el otro la pena de no haberlo terminado antes (García se iba el 28) para difundirlo, decidí terminarlo de una vez. El producto no fue una maravilla y, como tantos otros escritos míos, creo que pasará al cajón de los "intentos fallidos". Sin embargo, teniendo a la mano este espacio, me puedo aventurar a ver qué consideraciones, palmas y palos pueda recibir de quien lo lea. La música tuvo un mejor resultado, pero en esta ocasión sólo recurro al texto:


CABALLO  LOCO

Yo tengo un caballo loco que no me deja vivir,
astuto, terco, voraz y -si lo tengo que decir-
tan cínico y vanidoso como no hay otro más ruin,
cargado de mil caprichos y, de trampas, un sinfín.
Y así su hermoso relincho me quisiera hacer oír
sabría yo que, en el fondo, lo que quiere es maldecir.

Caballo loco relincha
si es que no soy de su agrado.
¡Mejor será que me cuide
porque ya me ha relinchado!

Me tiene desesperado no poder con el corcel
ya que he perdido las riendas y ahora quien gobierna es él.
Traté de darlo en obsequio, pero en vano es el afán
si es que esta fiera bravía no respeta ni el refrán
de: "a potro que es regalado, el diente no se debe ver"
pues sé que, en cualquier momento, el percherón ha de morder.

Lo bravo se ve en sus ojos
y hasta en sus cabellos brunos.
¡Hermano, cuídate mucho,
porque ya ha mordido a algunos!

Pensé vender al caballo al precio de cualquier postor,
mas todos saben sin duda que este pérfido traidor,
si bien conquista a su dueño y se somete ante su voz,
termina siempre, a la larga, arremetiéndole la coz.
Por eso a todos alerto de tomar su precaución,
ya que, a cualquiera, la bestia puede dar un patadón.

Salvaje como ninguno
él patea de repente.
¡Cuidado, familia, porque
ya ha pateado a mucha gente!

Ya nadie puede parar el frenesí del animal;
se burla, engaña, patea, muerde y, tanto, que al final,
pensé en buscarle una yegua que mitigue su furor,
pero este macho es reacio hasta en el juego del amor.
Hoy sé que, si no lo encierro, lo habré de sacrificar
pues sé que, si se me escapa, es muy capaz de asesinar.

No tiene lágrima alguna,
corazón, ni sentimientos.
¡Cuidado, pueblo, cuidado
porque ya ha matado cientos!

 marvelat, 10 de julio de 2011 - del cuaderno "Pura lírica, lírica pura", pág.19]